martes, 17 de junio de 2008


El sentimentalismo es pura tragedia.
Mirémonos cara a cara,
intentemos encontrar en los ojos del otro algo de razón.
El sentimentalismo es pura utopía,
un sueño, un decir, un no hacer, un breve espacio en el tiempo;
se desvanece con cada palabra, se debilita con cada susurro, con cada tormenta.
Nos hipnotiza, nos manipula, nos controla,
nos hace creer que las risas son eternas,
que nuestras palmas acarician el galardón de lo imposible,
cuando realmente todo se esfuma por nuestros dedos.
Nada es real, todo es en vano.
Tus momentáneas palabras de rebeldía
no pudieron violar la honra de la desgracia, ni sacudir la esperanza,
y abrir las sienes de los animales que dejan huella al pasar por tu rostro;
y lo seguirán haciendo;
su orgullo robótico, su felicidad automática,
su vista al frente, su cabeza en alto...
no les permitan mirar que caminan hacia atrás,
y paso a paso van pisando su propia mierda.
Pisan tu frente con sus patas con caca,
llenando tu cuerpo de un asqueroso estupor;
que más que esperanzadas palabras de aliento,
son una cálida medicina de autoridad que te arropa para taparte del frío intenso,
te vendan y te conducen a un paraíso ficticio, te anestesian,
para que no puedas pedir, no puedas expresar.
El sentimentalismo es pura tragedia, mientras exista una tragedia no prevista,
la tragedia es pura añoranza, mientras exista la angustia;
la angustia no se detiene, la angustia no se roba,
se roba lo que se expresa,
palabras adyacentes al núcleo de la libertad,
de un articulado lenguaje de desobediencia.
El sueño yace parcelado en la otra esquina, camina.