Macondo y Latinoamérica

sábado, 10 de noviembre de 2007

Que una obra literaria como Cien años de soledad sea posible encasillarla dentro del realismo mágico no significa que carezca de un significado, que no trascienda de lo inverosímil a una realidad alejada de la ficción y representativa de procesos históricos y sociales de nuestro continente. Por lo demás, en la novela se expone de forma límpida la metáfora de lo americano, de su proceso de conquista tecnológica que ha subyugado a todo un pueblo, y en definitiva, ha ido desgastando e irrumpiendo en una identidad que va poco a poco sufriendo una metamorfosis que la va destruyendo a sí misma.

Desde comienzos del desenvolvimiento de los personajes dentro de la obra es posible apreciar en ellos características propias de los habitantes de esta región del mundo, características del humano resultado de la intervención de los colonizadores españoles en América, que ejercieron dominio sobre los nativos y que finalmente dieron paso a un pueblo llano, hombre común, cargado de supersticiones y anhelos, de inocencia, sueños y soledad: un José Arcadio que intenta escapar de una realidad que lo somete y avergüenza y una Úrsula que defiende su castidad por miedo al castigo de un mito popular.

Se funda Macondo bajo la esperanza de la tranquilidad y paz dentro de una tierra no prometida pero que anhela ser el nido donde se refugiarán los problemas de los que sus habitantes escapan. Pero esa tranquilidad comienza a ser coartada con la llegada de los gitanos, y la erupción que esto comienza a provocar pasa desapercibida, y no es posible captar para sus protagonistas, maravillados por el descubrimiento de lo desconocido, el momento en que la brecha que los aferraba a su pueblo comienza a expandirse. Los gitanos representan el inicio de la invasión tecnológica, el inicio del dominio y la locura del pueblo americano por el desarrollo global, buscando la imitación y la fascinación por los descubrimientos e inventos, y en general, una admiración hacia lo extranjero, por considerarlo avanzado y superior. Este proceso se ve potenciado aún más con la llegada de Apolinar Moscote, la llegada de la imposición de un gobierno dentro del pueblo, el lazo que anexa Macondo con el resto del país; un gobierno conservador que termina por unir Macondo a sus dominios, el pueblo soñador, el pueblo de la esperanza, el pueblo en paz, pasa a ser una parte más del estado moderno. Es menor la cantidad de personas que se dan cuenta de la situación y que comienza a manifestar su descontento, entre ellos, el coronel Aureliano Buendía, que encabeza el poder del liberalismo que se intenta desprender del régimen conservador que los somete, dando inicio a innumerables guerras civiles, foco que coincide en gran medida con los inicios de una lucha política-social del descontento americano.

Llega poderosamente la revolución industrial, llega el cine, llega la compañía bananera, se forman las primeras empresas privadas de trabajo capitalista dentro de Macondo, la dependencia económica entre el gringo productor y el obrero; Estados Unidos comienza a posesionarse de la gran economía en toda América, llevando consigo la mentira de las buenas intenciones para tomar el control económico, y finalmente el control de las condiciones de vida de los americanos que ciegamente confían su desarrollo intelectual y social en los sujetos que visten bien, hablan otro idioma, son los pioneros en tecnología y que persuaden con su formalidad. Este nuevo sistema económico que rige Macondo es el causante de la diferenciación social, cuyas consecuencias se ven reflejadas a lo largo de todo el siglo XX en nuestro continente. El enriquecimiento de unos pocos, los que están a la cabeza, la burguesía, y el empobrecimiento de un estado llano, que por sus condiciones socioculturales se ve impedido de ser algo más que un simple obrero que trabajará y luchará por sobrevivir y sostener de un modo precario el escenario de su núcleo familiar. Es aquí donde aparecen los dirigentes sindicales como José Arcadio Segundo que comienzan a manifestar el descontento hacia los dominantes, uniendo a toda una clase en la lucha social; la misma lucha que actúa como motor impulsante de las revoluciones que se llevan a cabo en América principalmente en la primera mitad de siglo, condicionado con el reflejo de la persecución hacia los revolucionarios ( no lejano a la realidad hispanoamericana del siglo pasado, como así sucede con importantes personajes que conocieron la muerte por llevar consigo ideales revolucionarios: claro ejemplo, Ernesto Guevara y aún más cercano, en Chile, la matanza de Santa María en Iquique ), como lo fue en Macondo la muerte a los Aurelianos para eliminar vestigios de la revolución liberal, y como más tarde sucede con la muerte a los tres mil trabajadores que se sublevan en una lucha de clases ante la compañía bananera, viviendo una verdadera dictadura que elimina de raíz el influjo del pensamiento detractor que pueda atentar contra el quietismo y contento de una clase sin mayores preocupaciones y que domina en el circuito social.

Más allá de una representación de los conflictos políticos y sociales de Latinoamérica, Cien años de soledad es un manifiesto del hombre americano como tal, de sus pasiones y virtudes, de sus defectos y ambiciones. Gabriel García Márquez plasma el comportamiento del sentimiento latino, de la pasión latina, del amante enardecido, del latino apasionado que contribuye a dar vida no sólo a la metáfora de la historia humana y social de un continente, sino que, sin duda, quisiéralo o no, da vida a uno de los cantos enciclopédicos que relatan lo que es realmente América.

Por Guillermo Acuña G.